¿Dónde nos vestíamos en Chile en los años 60 y 70? 1ª parte

En 1967 los tratados de libre comercio y las compras online tipo Aliexpress habrían sido algo impensado e, incluso, antipatriótico. El “Made in Chile not in China“, que usa actualmente la marca de zapatos chilenos Bestias, era ley. Estaba prohibida la importación de productos manufacturados que pudieran competir con los que se hacían en el país. Apegado al modelo desarrollista de la Cepal, el gobierno de Frei Montalva promovía y protegía la industria nacional. Eso, junto a la modernización tecnológica, llevó a que los 60 fuera la década de mayor auge de la industria textil y de vestuario en Chile. ¿Y si uno quería un vestido que estaba de moda en Francia? Ni un problema. Se podía adquirir una linda imitación Made in Chile.

Auge textil y zapatero

Si hoy apenas un 7% de la ropa que usan los chilenos es confeccionada en el país y más del 80% es importada desde China, en los años 60 los sectores de textil y de vestuario satisfacían el 97% de las necesidades nacionales. Las grandes empresas Yarur, Súmar, Hirmas, Said y Pollack, además de otras textiles pequeñas y medianas, abastecían al mercado interno.

El lino que abastecía a las textiles se cultivaba en Osorno y el cáñamo en San Felipe y Los Andes. El algodón y la lana se importaba, pero en bruto. Las novedosas telas sintéticas, como el acrílico y el nylon, también se fabricaban en Chile con licencias compradas a empresas norteamericanas y europeas. La historiadora Pía Montalva, en su libro Morir un poco, hace un recuento: Sedamar procesaba en Chile la Dunova, fibra acrílica propiedad de Bayer. Súmar fabricaba el ban-lon, un tejido de punto y el duchesse, una tela plana satinada, ambas con licencia norteamericana. Textiles Comandari elaboraba el orlon, una fibra acrílica de DuPont, que por su liviandad y resistencia se transformaría en el material favorito de las nuevas diseñadoras a mediados de los 60 para fabricar abrigos, pantalones y vestidos.

En 1967 las chilenas solo podían comprar zapatos hechos en Chile, hechos en cuero natural y materias primas nacionales. A diferencia de lo que ocurre hoy, en que un 90% del calzado es importado, la industria zapatera estaba protegida por el Estado. Había grandes fábricas como Orlando, Mingo, Royle, Joya, Gacel y Bata (perteneciente a la Bata Shoe Organization), que dominaban el mercado local y concentraban sus tiendas en Santiago Centro. “En 1967 las empresas grandes se imponían a las chicas. Hoy, en cambio, se imponen las fábricas pequeñas de rápida adaptación a las tendencias de mercado”, dice Pedro Beriestain, director gerente de la Federación Gremial del Cuero y Calzado de Chile (Fedeccal).

El declive del modelo Los Gobelinos

1967 marca un momento de transición, en que aparece un atrayente polo de boutiques en Providencia, pero la mayor parte de la oferta de vestuario permanecía en Santiago Centro. “Entre las señoras y señoritas de la burguesía nacional hasta la segunda mitad de la década se mantuvo la costumbre de comprar en los departamentos de moda femenina de las grandes casas comerciales como Los Gobelinos, a cargo del modisto Miguel Arangua; en Casa Muzard, que tenía como ‘experta en modas’ a Zulema Arroyo o en Modas Falabella, que estaba en manos del francés Guy Pierre, quien llegó a mediados de los 60 y aseguraba haber iniciado su carrera con Pierre Cardin”, relata Juan Luis Salinas en su libro Linda, regia, estupenda.

El Dior chileno y las boutiqueras

Cuando José Cardoch, formado en el taller en París del diseñador Sergio Matta (hermano de Roberto), inaugura su atelier en 1962, revista Eva lo llama el Christian Dior chileno. “Era un diseñador que seguía los mandatos de la alta costura francesa, que era una moda más aparatosa, incómoda, de mayor complejidad en costuras y en cortes. Es decir, todo lo contrario del discurso de las nuevas boutiqueras que aparecen en Providencia, que se adaptan más a las necesidades de sus clientas y en ese sentido son más modernas”, dice Montalva.

Mientras Santiago Centro pasa a ser la zona donde se encuentra lo más antiguo, la ola modernizante en la moda se desplaza hacia avenida Providencia, liderada por una nueva casta: las boutiqueras. Desde mediados de los 60 estas mujeres, casi todas de clase alta, viajadas y con una gran confianza en su “buen ojo”, instalan pequeñas boutiques o tiendas donde vendían la versión chilena del prêt-à-porter. Interpretaban o directamente copiaban los modelos de moda en Europa en pequeños talleres de costura, con telas chilenas. Vog, Luz Lyon, Tai, Shock y Pelusas son las primeras en imponer la minifalda, la falda-pantalón, los jumpers cortos y acampanados estilo Mary Quant, y los diseños geométricos, túnicas y estampados de colores vivos.

Paula 1234. Sábado 9 de septiembre de 2017. Especial Moda, inspiración 1967.

Continua.

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